La Mensajera de las Sombras
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El primer mensaje llegó con el rocío de la mañana.
Clara nunca eligió escuchar a los muertos. Todo comenzó un atardecer en el Cementerio de los Olvidados, donde las lápidas se inclinan como dientes podridos. Allí, entre los cipreses susurrantes, una niña con vestido de comunión de 1957 le tendió una carta sellada con cera roja.
—"Para mi hermana. Vive en el número 42 de la calle del Laurel", dijo la niña, antes de disolverse en la neblina.
El sobre olía a tierra húmeda y alcanfor. Cuando Clara lo entregó, la anciana que lo recibió palideció:
—Este sello… Es la letra de mi hermana pequeña. Murió el día de su primera comunión.
Los Muertos Son Buenos para Guardar Secretos
Al principio, fueron encargos inocuos:
Un anillo de bodas devuelto a una viuda.
Una confesión de amor nunca dicha, susurrada al oído de un hombre que ahora tenía nietos.
Un mechón de cabello escondido en el marco de un espejo veneciano.
Pero en la luna menguante, los espíritus cambiaron de tono.
El Capitán Reynaud (muerto en 1923) se le apareció con un ojo perforado por un hueso:
—"Debajo del roble del patio de la escuela hay un revólver con una bala. Llévaselo al nieto del hombre que me mató."
Clara sintió el peso del arma al desenterrarla. Aún oliendo a pólvora.
El Precio de Escuchar
Los muertos comenzaron a seguirla a casa. Sombras en el vapor de la ducha. Susurros en el crepitar de las velas. La Señora Duvall, estrangulada en 1989, le mostró cicatrices invisibles:
—"Él aún vive en el apartamento 5B. Dile… dile que reconozco el nudo que usó."
Clara empezó a despertar con tierra bajo las uñas y nombres de difuntos escritos en su piel con tinta que solo ella veía.
El Umbral
La noche que casi cruza al otro lado, el cementerio se convirtió en un salón de baile.
Los muertos vestían sus mejores trajes de entierro. Tocaban un vals desafinado con instrumentos de hueso. El Juez Holloway (ahorcado por corrupción en 1876) le tendió una mano carcomida:
—"Únase a nosotros. Los vivos solo rompen promesas."
En el centro, vio su propia lápida. La fecha de muerte: esa misma noche.
El Dilema Final
En su bolsillo encontró tres objetos dejados por los espíritus:
Una llave (para abrir la cripta donde yacía el asesino de la Señora Duvall).
Un espejo roto (que mostraba reflejos de personas que nunca existieron).
Su diario infantil, enterrado con su hermano gemelo en 1999.
Los muertos susurraban:
—"Elige una. La llave es justicia. El espejo, verdad. El diario… olvido."
Clara eligió romper el espejo.
Al hacerlo, los espectros gritaron. Los cristales le mostraron su destino:
En un fragmento, yacía entre tumbas con flores frescas.
En otro, envejecía sola, rodeada de cartas nunca entregadas.
En el último, llevaba el vestido de comunión de la niña de 1957.
Epílogo: La Leyenda
Ahora, en el Cementerio de los Olvidados, a veces se ve una figura entre las brumas. Lleva un manto tejido con nombres de difuntos y sus ojos brillan como faroles en la niebla.
Algunos dejan ofrendas: cartas, joyas, balas. Ella las recoge, pero nunca responde.
Porque los muertos aprendieron una lección:
Clara ya no entrega mensajes… ahora dicta los términos.
Axioma final:
"Los fantasmas no persiguen a los vivos. Los vivos somos los que no sabemos soltar los hilos."